Si de Era se trata. Los cambios
se advierten. No quiero latear con el desastre globalizador. O con la
alineación de los planetas. Sino relatar el estado mental. La sensación
corpórea. Las ganas de cambiar casi todo de la vida. Menos la piel de Natasha.
Menos su corazón y su sonrisa. Eso jamás deberá cambiar.
Así se percibe. Con la alta
tensión de la urbanidad. Con la calma incoherente con la vida de la ciudad. Con
seres humanos desgastados. Individuales. Deseosos de material. De lujuria y
estratégica descomposición.
No interesa la moral. No me
interesa la moral.
Sí las malas artes. El pésimo
gusto. La falta de ideal. Y las simples carreras que devienen en el dinero que
vas a ganar.
El estómago se queja. Cada
mañana. Cada nuevo día de extraña luminosidad. En los respiros no hay
respuestas. Aquejan los mentados deberes. Las ansias de llegar. De hacer lo que
se quiere. De contar con el deseo tangible al momento de ser éste parte del
cuerpo. Del corazón y la mente.
¿Será que no he nacido para este
tiempo? ¿Para este espacio? ¿Para los pasos que he logrado transitar?
Cada vehículo pasa rápido. Casi
todo se mueve al revés. Al desacelerar las miradas te siguen. Las palabras de
ajenas bocas enjuician la satisfacción alojada en el rostro. En la propia
mirada incoherente con la vida de la ciudad. Y solo la música es compañía. El
sonido del mar. Y el amor incondicional por la dama que me acompaña. Por mí
adorada Natasha.