El camino hacia la casa,
dificultoso y agreste
era estrecho y polvoriento.
A ambos lados se movían,
del trigo, todas las ramas
azotadas por el viento.
Con su bello colorido,
entre el trigo, la amapola,
brillaba por su esplendor.
El viejo y frondoso roble,
con su sombra dibujaba
aquel paisaje de cuento.
¡Como recuerdo esa etapa!
¡Cuantas tardes de niñez
aquella sombra tenía!
¡Que cálido fue aquel tiempo!
¡que feliz e inolvidable!
¡con cuanto calor humano!
¡Que domingos de verano
pasaba yo con mis padres
y al lado de mis hermanos!
¡Como me llena de dicha
recordar aquellos días
de inmensa felicidad!
Cuando mis sueños fluían
y volando se evadían
con su blanca ingenuidad.
A buscar nuevos caminos
o a encontrar un nuevo día,
se iban flotando fugaces.
Pero al instante volvían,
volando cándidamente
como palomas torcaces.
¡Cuanta ternura y cariño!,
¡que bonito era quererse!,
mi familia era ideal.
Un placer era ser niños
y todo lo que soñamos
pudo hacerse realidad.
Disfrutar de mis hermanos
y vivir aquel ambiente
fue como una bendición.
La plenitud del cariño
que entre todos se vivía
aún vive en mi corazón.
Me parece estar aún viendo
a mi padre con la hoguera
para poder cocinar.
Los niños, a buscar ramas
y haciendo alguna trastada
sin poderlo remediar.
Y a mi madre, con nosotros
llenándonos de ternura,
repartiéndonos amor.
Porque dinero, no había,
pero besos y cariño
tuvimos un mogollón.
Mis padres ya se nos fueron,
hace tiempo nos dejaron
por su gran longevidad
Y sé que en nuestra memoria
vivirán ya para siempre
y seguirán con nosotros
por toda la eternidad.
a. jurado
