¿Quién se comió la fruta prohibida por mi?
¿Quién lo hizo, aprovechando que no estaba yo?
Ahora solo soy un rastrojo de la árida cosecha,
confusión, evitando todas tus reglas, creando de nuevas.
Dejadme solo aunque ni yo mismo quiera,
dejadme vivir equivocado dentro de una botella
que arrojar al oceano y su olvido más sordo.
Que nadie me saque de ella aunque lejos aparezca,
en alguna orilla de arena y triste pena,
dejad que el arrebato del mar me sentencie.
Dejad que sea él, que no sea yo ni nadie, solo él...