Una brisa suave golpea en mi piel de una manera inesperada y cada cada poro responde con un acto reflejo e instantáneo, se erecta agitando los suaves vellos.
El intenso recorrido de tus yemas busca el tímido botón, se detiene en el borde de ese abismo de miel y sombras durante un instante y después retoma su rítmico redoble despertando a los duendes de la noche
Las gotas de sudor heridas de muerte en su propio goce, estallan una detrás de la otra en lánguidos senderos que recorren mi vientre hasta los esteros de mi fertilidad; y es allí, donde tu boca sedienta se detiene a reposar.
Noche de brujas que consuma herejías aromadas con menta; donde un cuenco vacío gime implorando un hechizo y se entrega al ardor de tus manos que interpretan como nadie los sonidos de mi diapasón