Ese dios en el que creo, suele mostrarse ante el mundo, como uno más.
Tan mortal y vulnerable, tan de carne, hueso y deseos, como una más.
Le diferencian del común: la predisposición, la lucha,
el querer y poder y un altruismo de serie, que despiertan incluso temores.
No tiene símbolos, los detesta.
Ni fervientes seguidores, es el quien sigue.
No camina sobre las aguas, teme ahogarse.
Ni ofrece sermones en las montañas, cree en la palabra.
No requiere sacrificios, ni delirantes penitencias.
Ni tesoros, ni plegarias , ni palacios donde escenificar su obra.
A ese dios en el que creo, lo encontrarás desescombrando Port- au- Prince.
Deteniendo un ballenero, en las aguas del Antártico.
Empujando la silla de Miquel, para que pueda ver el mar.
Deletreandole a Elina su nombre, en una pared de Cabo Verde.
Combatiendo contra el olvido, junto a los desheredados de otros dioses.
Ese dios en el que creo, suele mostrarse ante el mundo, como uno más.
Tan mortal y vulnerable, tan de carne, hueso y deseos, como una más.
Fotografía, Lídia Sender.