Sin duda estamos viviendo unos tiempos de agudo cambio en los que la iniquidad, la ingratitud y la mala baba son pilares básicos de la sociedad. Ha ocurrido a lo largo de la historia: el singular golpea al plural y lo desencaja a causa de los falsos profetas, seres de doble moral que nos prometen más libertad, más seguridad y más bienestar social cuando, al cabo del tiempo y a medida que se les va desplomando el disfraz, advertimos lo que realmente son: chacales ávidos de poder, con ganas de dejar a la sociedad en cueros, en una crisis económica y moral atroz. A consecuencia de estos seres desacertados y un tanto, por así decirlo, “come niños”, las sociedades presentes se han ido transforando en un sumidero colmado de embusteros, de buitres, de supuestas personas que venden a su vecino en menos que canta un gallo, y por un precio bastante módico. Es aquí, en este punto tan nefasto para la inmensa mayoría de ciudadanos, cuando se muestra la valía de los hombres y mujeres indispensables, personas buenas que ansían el bien con y para todos, que entablan la lucha contra el poder establecido, poder infecto, fingidor, farsante… Poder que aniquila el candor de la necesaria esperanza, de la verdadera libertad, con normas ecuánimes para todos los ciudadanos. El pueblo soberano jamás debería temer a sus gobernantes, en tal caso, son los gobernantes los que deberían temer al pueblo, esa es una de las bases de la verdadera democracia en la que se escudan muchos “seres tenebrosos” para ir administrando leyes deplorables e incomprensibles, que flaco favor hacen al gozo de los endebles. También es aquí donde entran los ideales: “cosas” a prueba de balas y de vocablos difuntos. Los hombres imprescindibles se valen de esas “cosas”, de la fortaleza de los ideales, para que los poderosos retiemblen en sus convenientes sillones de quita y pon; la Sra. Justicia jamás debería tomarse vacaciones y mirar hacia otro lado, mas, por momentos lo hace, y es en ese preciso momento cuando los hombres arriba citados agarran las riendas de la honradez, la fuerza y la equidad, y someten al poder corrompido que subyuga a los más débiles, a los más despreciados. Esos hombres y mujeres son los que nos hacen recordar que el poeta miente para decir al verdad, y que los políticos mienten para ocultarla. Así es que, personalmente, deseo la victoria de “los imprescindibles”, la llegada de la rectitud, del bien común; ya que, tal y como dejó escrito el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles".
Escritores anónimos para nosotros mismos, para los que nunca van a saber si lo son, pero escriben ya que las letras son "obreras contra la angustia, amigas de nuestra prisión y el consuelo en los bosques de la desesperación..."(Letras)
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