Me invadiste y peregrina te fuiste de la tormenta
que se iba jurando para dejar sin precipicios al mundo.
Fui un novato, te solté de la mano sin hacer historia,
luego el meneo de cadera cerca de la retirada,
parecía que contigo me iba, que me llevabas,
a lo menos mi pasión condensada a tu lado se escapaba,
se aferraba de esa boca de humo y magnolias frescas,
se colgaba justo al costado de tus piernas, te tomaba.
Me cruzaste entero y diferencia tuya te llevé completa,
y no fui capaz de deshacerme de ese sabor a capricho,
todo el tiempo mi lengua insistía en tu andar y padecía,
y mis manos no sabían si abrazar al viento o romperse.
Me invadiste y peregrina te fuiste de la tormenta,
Y me quedé con el mundo ardiendo en las manos.
Fueron las horas sin calma y temor a morir árido
en las que te maldije por provocativa, por deliciosa,
eres esa visión utópica de un futuro sin errores,
y parecemos días que ya pasaron y no importa,
nos mecemos al claro de unas notas que ya olvidamos,
y en las que inocentemente fingimos no amarnos,
para al final amarnos como en las otras vidas,
como si tuviéramos otros nombres sin pasado.
Me invadiste y peregrina te fuiste de la tormenta,
te has preguntado qué hubiera pasado de haberte quedado.