Un rinconcito del cielo,
al cual tengo derecho de visitar,
lleno de ángeles que son mi anhelo
y que mi vida han de alegrar.
Un lugar lleno de gritos y sonrisas,
que a veces me hacen enloquecer,
pero mi alma colman con frescas brisas
y a pulso se ganan mi querer.
Es el puerto en cual atraca mi navío,
él cual es guiado por cuatro luceros,
que de mi barco son el atavío,
en los mares de la vida que son traicioneros.
Es el refugio que me guarda de tempestades,
cueva donde puedo descansar,
alejándome del mundo y sus trivialidades,
un lugar donde con amor me han de cobijar.
Es mi isla del tesoro,
mi bosque encantado,
donde concentro todo lo que adoro,
sitio en el cual también soy amado.
Hablo de un especial lugar,
creado con sueños y anhelos,
hablo de mi dulce hogar,
de mi esposa y mis chicuelos.
Porque no se debe confundir casa y hogar,
ya que son diferentes en verdad,
la primera es un lugar para habitar
y la otra donde acaba tu soledad.
Es el sitio donde compartes con alguien tu destino,
donde planeas tus metas a alcanzar
lugar en el que inicia y termina a diario tu camino,
sitio donde siempre hay alguien que te ha de esperar.
El hogar es una bendición,
es un recinto sagrado,
no importa su condición,
si es pobre o quizá acaudalado.
Lo que importa es lo que en él se comparte,
la armonía que en este exista,
la comunicación que en el debe ser un arte
y no existir una actitud egoísta.
¡Mi hogar! quizá no sea perfecto,
siempre existirán inconvenientes,
pero es mi lugar predilecto,
donde los milagros de Dios están presentes.
