He visto la rosa del espanto,
loba blindada lanzando fieras al mar.
Sola junto a alhajas que pierden los ausentes
al retirarse a buques insomnes del alba.
Desde la primera juventud del pozo sin fondo
del circo que no echa raíces.
Había allí retratos de infancia,
recuerdos de tristes culebrones.
Linchadores de esclavos y libertos,
depredadores de la tierra.
Soles azules largamente soñados
desvaneciéndose entre la gente.
Oponiendo olvido con rituales
el invierno vela fantasmas, citas sutiles.
En un país que trata de sobrevivir a desiertos,
incendios del alma,
al vino y la oliva,
a intelectuales de rostros pálidos.