Era una mañana gris
De las que en Marzo se hielan,
Ibamos ilusionados
Un grupo de cazadores
Andando por la vereda.
Las escopetas al hombro,
Con aire poco marcial
Y el uniforme de guerra.
En la cabeza grabado
Como objetivo matar
Alguna tórtola errante
Deslumbrada por el sol,
Que volando no nos viera.
Todavía era el amanecer
Y ya en el monte asomaba
Una hermosa primavera.
Se movieron unas matas
Y por el ruido que hicieron,
Del susto que nos llevamos
Pensamos que era una fiera.
Fue el instinto cazador
El que nos mantuvo alerta,
Podría decir que tuvimos
Una valentía en ausencia.
Que del terror que sentimos,
Al ver nuestra reacción,
Pensé, que de haberlo visto
Se habría reído de la escena,
Hasta mí querida abuela.
Y un gatito blanco y negro,
Chiquitín y jugueton
Salió de entre la maleza
Y viniendo hacia nosotros,
Eligiendo mis zapatos,
Se me subió por las piernas,
Se acomodó en mi regazo
Y lamiéndome la mano,
Se echó en mi pecho y cerró,
Sus verdes ojos redondos
Para dormirse una siesta.
A mi todos me miraban,
Unos con cara de envidia
Y otros con la de sorpresa.
Y yo me sentia feliz
Y en cierta forma halagado,
De haber sido el elegido
Por una fiera perversa.