Tu silencio es oro, cenefas que pan
creíste un día, caudales de nardos
en las voces que tejen ramos, y las manos
como palabras tejiendo frases de sal.
Creímos un día que azul caricia,
Creímos un día que azul caricia,
nuevos colores, que abrazo y ocaso
son banderas, sentencias sin acaso,
como de beso infinita avaricia.
Y creí, concibo, y crecí
Y creí, concibo, y crecí
entre venas de cielo y aristas de flor.
Fingí llantos de espuma, sudores de acantos.
El aire, azahar que persiste en el viento,
El aire, azahar que persiste en el viento,
me llevaba a soñar con aromas:
tomillo, tierra, raíz, la lluvia que moja
la greda madura,
y en tanto acacia,
daño que quema, vomitan
la greda madura,
y en tanto acacia,
daño que quema, vomitan
lánguidos silencios, sordinas, silencios,
nada ocurre porque todo es un manso
hilo de silencios, sordinas, silencios,
caudal de un oculto epitafio.
Ramón Leal