Te vuelves invierno entre mis manos,
con el frío apostado en mi tristeza gris.
Invierno de gélidos reclamos
donde ese fuego de antaño, nos vió morir.
Mis ojos no alcanzaban a mirarte
y en las grietas del camino
te perdiste y me perdí.
Mis labios, dos gotas de mar salvaje,
naufragando en el aliento
de los besos que no di.
Te vuelves invierno en el silencio
y las calles rotas ahora aprenden a gemir.
Invierno, cosido en la piel de mi pecho,
donde un único latido
aún va queriendo latir.
Mi cuerpo, enraizado en tu recuerdo,
se niega a desnudar el tiempo
que aún le resta por vivir.
Mis dedos, aferrados en el viento,
aún dibujan los senderos
que contigo compartí.
Te vuelves invierno álgido y ciego,
espina de hielo que se clava en mí.
Invierno de oscuros lamentos
transitandome dentro, bramando por salir.