Y si viene la cólera a nublarte la ternura,
me haré a un lado,
y en un combate de fé,
esquivaré sus cañones y sus balas.
Más tarde, que no nunca acudiría el poniente,
enarbolando una bandera blanca de nacarada espuma.
Y nuevamente se te llenarían de Mar las manos,
y de gaviotas la sonrisa.
Con lentos pasos,
viene llegando el poniente...
esquinitas del perdón.