Barba desgastada, uñas de gato,
pupilas adormecidas,
lo que tengo es todo o nada, todo menos un zapato
y pan mohoso haciéndome las veces de penicilina.
Una guitarra al hombro;
arritmia y taquicardia,
un corazón que se muere de todo, menos de viejo.
una lápida apartada en un panteón que no conozco
resaca crónica por las mañanas
y una extraña relación con el espejo.
Bicicleta antes que automóvil;
autobús y para siempre el metro.
Un viaje de placer a cualquier tierra de zombies,
una declaración de independencia antes que guardar silencio.
Una pluma, un lápiz, un pincel, un lienzo;
un trazo lejano y uno que no se acerca tanto,
un papel en blanco, una habitación vacía.
Un cerebro que nunca se imagina lo que pienso,
el pulso trémulo después de una cajetilla de tabaco
y la necesidad de estar borracho siempre en horas de oficina.
Últimamente pelo largo, que no combina con la corbata,
vaqueros azules, o chaleco o camiseta;
las botas, esas sí, que se mueren conmigo.
Últimamente sigo vivo pero es sólo porque me encanta
despertar en otra cama, beber en la banqueta
y acariciar a una mujer por debajo del abrigo.
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