Estaba terminando su nuevo trabajo, era el rostro de una mujer que le había llamado la atención unos días atrás en un parque, con el cigarrillo en la boca y la bata blanca llena de arcoiris de colores, ultimaba las últimas pinceladas. Éste será uno de los buenos, se decía mirando fijamente el lienzo y echando una visual al estudio donde tenía todos sus trabajos… bueno los que no había podido vender.
Cogió el cuadro, ya finalizado, y subió a la terraza del edificio, a respirar un poco de aire puro, allí los lienzos secaban mejor y de camino él disfrutaba de las vistas de la gran ciudad, apoyado sobre la cornisa sintió una presencia, se volteó y allí estaba ella.
Era una joven muy hermosa, con un vestido de gasa que se trasparentaba al ser atravesado por los rayos del sol, su cabellera rubia iba recogida en una larga trenza a un lado de su rostro y el resto de sus rizos colgaban por su frente y mejillas, realmente era muy hermosa (volvió a pensar).
Hola, ¿quién eres?, no recuerdo haberte visto antes.- dijo nuestro pintor a la joven desconocida.
¿Acaso conoces a todos tus vecinos?.- contestó ella con una pequeña sonrisa y la mirada perdida en el lienzo del artista.
¿Te gusta?.- preguntó él.
Esta bien, pero le falta sentimiento.- respondió ella.
¡Sentimiento!.- rió con su respuesta.
Sí, sentimiento, ¿acaso cuando viste a la mujer no te trasmitió algo que te hizo escogerla para tu trabajo?.- replicó ella, añadiendo:
Es una bella pintura, se vé que sabes pintar pero no me dice nada, es como leer un poema que no te hace estremecer, como mirar un amanecer sin que sientas su grandeza, ni siquiera muestra una belleza especial.
Es curiosa tu respuesta.- prosiguiendo él con la conversación, nadie me había dicho nunca que a mis cuadros le faltaran nada, quizás por eso no soy un pintor conocido, cuando los termino y los miro, los veo perfectos, la luz, el color, los trazos, pero si los vuelvo a mirar ya no veo en ellos lo mismo, creí que era algo normal, pero ahora que tú apareciste, me haces pensar con tu respuesta, me haces verlo de otro modo, asaltándome las dudas.
Ella le había estado mirando todo el tiempo, mientras compartía sus pensamientos en voz alta, de su rostro no apartó aquella sonrisa, que parecía ser hermana de la misma Mona Lisa, le tendió la mano y dulcemente le dijo:
Si eres capaz de trasmitir, como hace el compositor con sus notas, el escritor con sus letras, el actor al subir el telón, trasmitiendo en tus lienzo lo que llenó tu corazón cuando decidiste que esa imagen sería la que plasmarías, entonces, sólo entonces, llegarás a ser un gran pintor, sólo cuando seas tu primer fan al creer en tu talento, al sentirte bien con tu trabajo, al creértelo.
Al pintor aquellas palabras le llegaron muy adentro, le hicieron pensar detenidamente en su trabajo, en aquel lienzo y, sin saber bien que fuerza le hizo reaccionar así, lo lanzó contra el suelo, rompiéndose por la mitad, sintiendo que en aquel momento algo dentro de él debía sacar y mostrar a través de su arte. Miró a su lado y la bella desconocida ya no estaba, no se dio cuenta que se había marchado y se entristeció por no haberse podido despedir.
Dos meses después aquel pintor se hizo famoso, precisamente con aquel cuadro y expuso su obra en una galería conocida. Un día al abrir la galería al público, fue a preparar los últimos detalles antes de la exposición y al llegar al cuadro que volvió a pintar, tras hacerlo añicos en aquella terraza, se encontró una nota, en la que decía:
Ahora sí me gusta el cuadro, me trasmitiste la paz interior de la mujer. Mis felicitaciones al pintor.
