La pereza nos hace débiles: derrochamos nuestro tiempo,
se lo regalamos a ese concepto metafísico tan utilizado
que es la nada.
Somos parte de una producción en serie, envasados al vacío.
Listos para cubrir un jodido empleo en el sistema.
Llevamos de serie una plantilla que venimos
modificando a lo largo de nuestra existencia.
Pero borrar esa plantilla, esa tendencia “a lo normal”.
Dejando de ser humanos minuto a minuto,
sin saber aprovechar lo amplio de lo sentimientos y de las experiencias.
Por la calle gritan, un grupo de muchachos
canturrean un himno de fútbol.
Todavía hace más frío.
Los perros ladran, hace frío y quieren resguardarse.
Siempre el conocimiento será escaso en cualquier materia,
siempre habrá más y más.
Los polos opuestos son opuestos, no llegan a tocarse.
Pero se complementan.
Hay que dejarse engullir por los sentidos.
Disfrutar de ellos.
Exprimirlos al máximo y, sobre todo, educarlos.
Yo seguiré deambulando sobre esta cuerda floja
intentando atravesar intacto el foso lleno de pinchos.
Es divertido.
Contemplar la existencia en sus límites.
En sus rincones más oscuros, en los más iluminados.
En todos.
Dicen que es bueno abrir perspectivas.