Sé dónde ocurrió. Fue en el carro
de un metro-tren. En una urbe costera. Llena de personas. Esclavas y las demás.
Pasó cerca de la ventana. Chocó con una dama. Pidió disculpas. Se sentó.
Esperó. Y bajó tomando su celular en la estación más solitaria.
Avanzó. Él. Necesitado de alivio.
¿Necesitado de alivio ahora que siente de verdad? ¿O que se da cuenta de
aquello? De que siente. Y que tal parece es muy real.
Y se pregunta, ¿nadie merece
acaso la propia pena? ¿Acaso nadie puede hacer que se sienta mal?
Quiere perdurar en el aire y en
el jardín. Debe ceder y a veces aguantar. Aunque duela delante de la espalda.
Entre las costillas y la garganta. Dejar que incluso le puedan pisotear... el
jardín. Y eso es muy extraño. ¿Real o irreal? –Vuelve a preguntar-.
De hablar su historia solo
estaría otra vez. Y no quiere. O sea. ¡Aún puede todo esto conservar su magia
vital! –Cree- Quiere creer. Desea que sea verdad.
¿Amor y dedicación? ¿Pleno
tiempo? ¿Adoración, belleza y tierna seriedad?
La historia acaso, ¿podría
cambiar?
Que alguien sí lo conozca –y lo
reconozca- merece el desparrame de amor en sábanas húmedas. Y todas las súplicas
que a los Dioses pueda enarbolar. Mirando el mar. O una parte de la luna.
Si solo hubiese sido real desde
pequeño –piensa- Tal vez esto sería incluso muy normal –reclama-Pero fuera de
eso le impacta y desacopla. Lo deja como un par de ojos perdidos en la
oscuridad. Bajo temblores de miedo. Y ni un ápice de seguridad.
Eso es amor. Y tiene su lado feo.
Pero la persistencia hace realidad la belleza. La magia alojada en los íconos
de la imaginación y la memoria. Que no guarda. Que construye más bien en su
caminar.
Eso no es historia conocida.
Edificar para toda la vida. Que suceda una vez en la existencia. Su existencia.
Para que no lo coman las hormigas[1].
Se queda. Hasta que duela. Hasta
que no pueda más. Rompiendo puertas y paredes si no llega a eternizar. A
perdurar. Habiendo escapado de las hormigas.
No aceptará interrupciones.
Tampoco que le traten mal. Que lo lleguen a asesinar. Menos esas hormigas.
No lo vi nunca más…