Todo está por descubrirse. Pensar que lo conocemos todo es un cuento
Ahí sigue Oscar, pero me he levantado demasiado alterada
para hablar con él, mi cabeza anda por otros lares, suena a excusa, pero es lo
que hay, le he preparado el desayuno, yo me he tomado un café y a ¡trabajar!
Que la mañana pase rapidito y sin molestar demasiado.
Estaba tomándome una menta en la cafetería, huyendo de todo
el mundo, cuando le he visto entrar, me he buscado con la mirada, yo estaba un
poco escondida, le he costado encontrarme ¡qué sonrisa me ha echado! ¡Madre
mía! Me encanta su cara cuando sonríe ¿cómo puede alguien mirarme como él hace
y luego nada de nada? Ni un simple roce de nuestras manos, ¡nada! ¿Qué pasará
por su cabeza? Si supiera lo que pasa por mi cabeza mejor que no, a lo mejor se
asusta.
-¡hola preciosa!
-hola
-¿tienes algo que hacer al mediodía?
-tengo una reunión.- ¡mentirosa!
-¡qué pena!¿nos vemos luego?
-podemos comer juntos si quieres.
-a eso venia ¿la reunión?
-que se encargue Andrés.
-¿a la una?
-¿conoces la función del teléfono?
-sí, pero así tengo una excusa para verte. A la una en el
aparcamiento.
Me he reído toda coquetona, a ver si se da por aludido y
arranca ya.
El resto de mañana lo he pasado en las nubes, imaginando mil
historias con él, solo han sido dos horas, a mí se me han hecho cuatro. Una
cosa si me queda claro, si lo que busca de mi es solo un revolcón ya habríamos
copulado, vamos, eso lo tengo claro. Ufff ¡qué calor! ¿No será que ya es mayor
y no le funciona correctamente?
Esperemos que no sea eso, porque tal i como estoy yo en este momento
¡vaya chasco! ¡Que tome biagra! ¡Coño!
Le he hecho esperar cinco minutos, que se vaya
acostumbrando, yo soy impuntual por norma. Me ha costado verlo, no sé que me
da, que no quiere que nos vean juntos, será cosa mía.
Estaba con la ventanilla
abierta y fumando, es la primera vez que le veo fumar. ¡Qué sonrisa!
¡Qué mirada!
-hola
-hola, preciosa. ¿Todo bien?
-sí, ¿A dónde vamos?
-a Donosti ¿te parece?
En enciendo un cigarro para calmar un momento mis nervios.
-¿fumas mucho?
-un poco, un mucho la verdad, tengo que dejarlo. ¿Tu?
-solo cuando estoy nervioso.
Con su mirada me dice “tú tienes la culpa”. Estamos los dos
muy tensos ¡qué pasada! Me parece que los dos queremos pero hay algo que nos
frena o eso me parece a mí. No hay prisa, lo que tenga que ser será.
Miro por la ventana sin saber qué decir o hacer, intentando
calmar mis nervios, evitando y deseando lo inevitable, enciendo otro
cigarro, aspiro el humo como si me fuera
la vida en ello, no me atrevo ni a mirarle, soy consciente de mi absurda
reacción, le miro, su sonrisa me devuelve la calma.
-¿todo bien Marian?
-todo bien.
Manuel se instala en mi cabeza animándome a vivir, a
disfrutar del momento, aguanto las ganas de llorar, no sé si estoy bien o mal,
si pedirle que pare el coche salir huyendo o quedarme. Vuelvo a mirarle y su
sonrisa me devuelve de nuevo la calma.
Ha parado el coche, se vuelve hacia mí acariciando mi
mejilla.
-no va a pasar nada que los dos no queramos que pase.
Hago un gesto afirmativo con la cabeza dando conformidad a
sus palabras.
-quizá no haya pasado tiempo suficiente….
Dejo de escuchar, no puedo evitar acordarme de él, de lo que
vivimos y dejamos de vivir. Sé que esta vez he hecho bien las cosas, que no voy
a tener a Manuel en mi cocina reclamándome no se qué cosa. No tengo más remedio
que seguir con mi vida, me guste o no,
así que decido que ha de ser lo mejor posible, aceptar al hombre que tengo
delante que vuelve a acariciar mi mejilla con ternura, correspondo a ello con
una sonrisa, alargando mi mano acariciando su cara, peinando el recio bello de
su barba, pasando mi dedo por sus labios, sonrío ante su mirada indecisa a esos
ojos color miel que me miran sin entender mi reacción, miro esa boca que se me
hace sabrosa, deseable. Acerco mi boca a la suya, incitándole, disfrutando de
las sensaciones que me invaden.