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martes, 28 de junio de 2011

Relato de una ilusión

No era sencillo evitar girar la cabeza para admirarla por la espalda,
cuando ya se había cruzado conmigo. De cara ya había contemplado
su belleza, un día tras otro desde la primera vez que la vi.
Me sentía muy atraído por su figura.
Ella era un bombón de mujer, bonita, graciosa, simpática, con

aquellos ojos tan lindos y sinceramente, hacía mucho tiempo que no
había visto a otra chica así.
No sé si me había enamorado o no, pero aquella chica tan bonita, que

devolvía la sonrisa que yo le enviaba como saludo con otra sonrisa
similar, me abrió un abanico de posibilidades para conocernos.

Tenía ella unos preciosos ojos azules que miraban con descaro, como
si sus ojos supieran que, por la mirada que yo les dirigía a ellos, la
chica me tenía a sus pies.
Y así era, por lo que decidí que el próximo día que la viera, trataría

de entablar con ella una conversación y decirle algunas de las cosas
que llevaba tiempo pensando decirle cada vez que la veía por la calle.
Ya estaba yo en un punto que no hacía más que pensar en ella y de

alguna manera ya había empezado a entrar en mi corazón.

Me hice un montón de ilusiones, de que aquella supuesta conversación
que pensaba mantener con ella, podría ser el principio de una hermosa
amistad, y después ya veríamos porque derroteros iría el futuro para m
í o para los dos. Así que al siguiente día iba yo preparado para hablar
con ella, cargado de argumentos para tratar de llevar una conversación
 que fuera amable y correcta, que transcurriera por el camino que a mí
me gustaría, el de llegar a una cita donde pudiéramos hablar de
nosotros, en principio solamente como amigos.
A lo lejos la veía acercarse con aquella gracia natural que tenía y a
medida que nos íbamos acercando, ya me di cuenta por su gran sonrisa,
que posiblemente había adivinado mis intenciones.
Me paré un poco antes de que ella llegara a mi altura y esperé hasta

que estaba junto a mí, para abordarla.
Perdona, le dije. Me gustaría hablar contigo un momento, 

¿Te importa que hablemos?
No, no me importa, dijo ella. ¿De qué se trata? 

Por su pícara mirada, me pareció entender que al menos, la nueva
situación que se presentaba, no le desagradaba ni una pizca. Mi ilusión
iba aumentando cada segundo que pasaba y debido a la emoción,    
hasta las piernas me temblaban. Pues mira, le dije atento, que después
de tanto tiempo que hace que te veo pasar, quiero decirte que me
gustas mucho y he pensado que es posible que tú también podrías estar
interesada en que nos conociéramos un poco.
Creo que tú eres la chica de mis sueños. ¿Qué te parece la idea?
¿Podríamos quedar en algún sitio o ir a tomarnos algo y hablar de ello?

Yo, sinceramente estaba hecho un flan, con unos nervios que me iban
comiendo por dentro.                        
Y ella parecía tan tranquila, dominando la situación.
Con su mejor sonrisa, ella me contestó que sí, que también pensaba lo

mismo de mí, y que ya hacía días que esperaba que me decidiera a
hablar con ella.
Y quedamos para vernos por la tarde en una cafetería muy conocida

para empezar a andar un nuevo camino.
Otra vez me había vuelto a pasar lo de que ellas son infinitamente

más listas  y más intuitivas que nosotros y que cuando yo iba, ella
ya venía. Mi acelerado corazón latía ya de tal manera, que parecía
un caballo desbocado corriendo por la pradera.
Fue entonces,  y no después, cuando el cabrón de mi reloj
despertador digital, adornado con unas odiosas luces destellantes
de color verde, y con su estridente sonido, me despertó y se llevó
consigo, la culminación de ver cumplidos mis dulces sueños.
Y así de cruda fue la realidad, que cortó de raíz mis ilusiones y

terminó con mis planes para el inmediato futuro.
Y quién sabe lo que habría pasado con mi vida si hubiera sido verdad.

                                    a. jurado

 
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