Alas de mariposa en cenizas pululaban el aire
el polvo oscurecido de cimientos aun dispersaba por el lugar,
pequeños rayos solares tocaban la húmeda tierra
donde la sangre aun corría fluida como venas entre cuerpos sin vida
mezclada con lagrimales de seca sal.
Algunos aun se movían,
pero un silbido y un crujir los paralizaba,
no sabía que iba a suceder con nosotros,
el miedo era la única opción…
tal vez morir al intentar escapar hubiese sido preferible
antes que encontrar el desenlace en tal función.
Lánguida caminó la caravana por el lodiento sendero
cabizbajos los más ancianos murmuraban una canción,
eso a ellos no les gustaba, por lo que algunos le gritaban
antes de hundir sus cabezas destrozándoles el rostro
con la pesada culata de la opresión.
Yo iba casi en el medio, pude ver el desintegrar del cráneo
de un pobre desgraciado que iba delante de mí…
¿El motivo de tal acción? Ocio, diversión…
sea lo que fuere que aquellos demonios llegaran a sentir.
La sangre en mi rostro se coagulaba
y a veces, mezclada con el polvo,
cerraban mis ojos como llagas reventadas,
pero aun así pude estar consciente
toda aquella eternidad que duró la función.
El sollozar era la melodía, y el constante orar la canción,
los espectadores estaban armados con fusiles, cuchillas
y mucho, mucho rencor en su corazón.
Al llegar al final, pudimos descansar del viaje…
algunos quedaron en el camino, muertos o no,
con la cabeza abierta y el rostro en la tierra
aun, ¡ilusos!, cantaban la misma canción.
Otros eran cercenados frente a sus hijos,
mutilados con su mujer
o inmolados cerca de nosotros…
pedazos de piel se volvían la serpentina de la fiesta
y las botas sonaban y resonaban
en el rostro de quienes no contenían el dolor.
Con risas y burlas de eco, entramos a un enorme salón…
triste como jaula, faltaban puertas, ventanas
y el aire tensado inundaba la habitación.
Un silencio mortuorio nos envolvió,
ya no se oían las carcajadas de demonios,
tampoco las bastardeadas de sucias arpías…
todo fue paz, todo fue resignación,
poco a poco la oscuridad nos fue abarcando
y entre los suspiros que inundaban el limbo
vi una calavera que caminaba hacia mi
envuelta en su manta negra
cayó a mi lado dándome su bebé en busca de salvación.
¿Qué podía hacer yo?
En mi garganta un nudo se enlazó,
observé los párpados cerrados de la criatura
y le deseé un buen descansar
luego de ello, apoyado en un montón de huesos amontonados,
me tiré a reposar…
Desperté días después,
unos guerrilleros me habían encontrado moribundo
entre cuerpos sin vida y sin piel.
Nunca supe bien lo que sucedió,
aunque aun recuerdo algo aquellos gemidos de agonizo,
cuanto me picaba la garganta, me lagrimeaban los ojos
y como poco a poco se detenía mi corazón.
Escritores anónimos para nosotros mismos, para los que nunca van a saber si lo son, pero escriben ya que las letras son "obreras contra la angustia, amigas de nuestra prisión y el consuelo en los bosques de la desesperación..."(Letras)
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miércoles, 30 de marzo de 2011
Una tarde alemana
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