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sábado, 6 de noviembre de 2010

La casa de Alberto y Silvia

La casa de Alberto y Silvia

Alberto era arquitecto, Silvia psicóloga. Vivían en un departamento de Belgrano y estaban cada vez mas cansados del ritmo de la ciudad. Por lo que decicieron comprar una casa en las afueras de un pequeño pueblo para pasar los fines de semana. Esto hizo que Silvia eliminara los turnos que daba para los Sábados a la mañana y optara por trabajar mas de Lunes a Viernes.
En ese pueblo dormían largas siestas. Comían asados en un patio que tenían en el fondo. Nada ni nadie los molestaba. Tampoco faltaban las mañanas en las que, luego de desayunar, caminaban por una amplia zona de quintas y pastizales hasta llegar al centro. Donde había autos, negocios y gente. Allí miraban vidrieras y a veces tomaban algo en algún bar. También compraban el diario, facturas o alfajores.
Una noche paró una camioneta frente a su casa. Su conductor se bajó y se quedó allí parado un largo rato. Luego volvió a subir, toco bocina como si estuviese saludando y arrancó. No sabían quien pudo haber sido. Ningún conocido suyo tenía la dirección de ese nuevo lugar. Pensaban que quizá era alguien que se equivocó de calle.
Después las semanas fueron pasando sin que transcurriera algún hecho similar. Ya venían los meses de calor. Por lo que generalmente iban a pasarlos a una laguna que quedaba cerca de allí. Donde además había un balneario con pileta, quinchos, canchas de fútbol, bochas y caballos para alquilar. También estaban las tardes que se quedaban tomando mate en el jardin que tenían en la entrada de su casa. Mirando como el sol se ocultaba entre las hojas de los árboles mientras el cielo se ponía cada vez mas oscuro.
En otra ocasión Silvia fué a cerrar la ventana. Entre la poca luz que había afuera alcanzó a distinguir la figura de un hombre, quien estaba sentado en la vereda de enfrente.
Sin embargo optó por no darle demasiada importancia y siguió mirando la tele. A la mañana siguiente ya no estaba.
Luego hubo una madrugada en las que los dueños de esa casa se despertaron a causa del intenso olor a humo que había. Revisaron varios artefactos y encontraron todo normal. Al mirar a la calle vieron a esa persona tocando una guitarra al lado de una fogata. Les pareció extraño. No entendían que podía estar haciendo a esa hora en ese lugar. Para no complicarse decidieron acostarse e intentar conciliar de nuevo el sueño. Al otro día quedaban solo las cenizas.Durante un largo tiempo no tuvieron noticias de aquel hombre. Algunas veces cuando salían a cenar y caminar por la avenida principal lo veían comprando flores o sentado en algún bar con dos vasos de cerveza. Lo que los hacía suponer que estaba acompañado de alguien. Solo una noche tuvieron problemas. Fué cuando al volver a su casa encontraron su camioneta estacionada en la puerta. Una vez que bajaron del auto para entrar vieron que este se hallaba acostado en el jardin con una botella de vino y dos copas. Apenas los vió arrojó la botella contra una pared reventándola en mil pedazos, fué hacia la camioneta y salió a toda velocidad.
Luego como se les había roto el auto sumado a que Alberto estaba demasiado ocupado con el nuevo shoping que se iba a construir estuvieron sin ir varios días. Después fueron varios fines de semana pero no supieron nada de ese hombre. Solo una vez lo cruzaron. Cuando salieron del cine y vieron que este estaba en la fila para el próximo turno.Otro Sábado salieron mas tarde que lo habitual. Tenían visitas. Se trataba de Daniel y Norma, un matrimonio amigo al que no veían desde hace años. Con quienes entre café y medialunas se la pasaron recordando viejas épocas. Como la noche que Alberto conoció a Silvia en un fogón de Villa Gesel, la banda de rock que intentaron formar este, Daniel y dos compañeros mas de la secundaria. Pero luego el tiempo pasó y quedó todo en la nada. Tampoco faltaron los asaltos, los picnic de primavera o el último recital de Sui Generis, al que habían ido con Carlos, un amigo del barrio que los llevó en un Fiat 600 y que a la vuelta terminaron en la comisaría por sospechosos. Luego hablaron de su situación actual. De los hijos que crecen, se independizan y se van a vivir solos mezclado con algo de política y fútbol.
Una vez que se quedaron solos fueron para el pueblo.Llegaron de noche. Vieron que en la puerta de su casa estaba estacionada la camioneta de ese hombre, la cual tenía abierta la puerta de atrás. Pusieron las luces largas e iluminaron el frente pero no encontraron nada. Al ponerse detrás de la camioneta vieron que su dueño se hallaba completamente desnudo durmiendo en un colchón. Silvia pegó un grito. Inmediatamente este se levantó, agarró un palo de escoba que tenía y empezó a golpearles el capot. Lo que obligó a Alberto a poner su coche en marcha. Y entre los dos acordaron recorrer de nuevo los mas de doscientos kilómetros que los separaban de la Capital.
Por ese motivo estuvieron un largo tiempo sin ir. Aquel lugar ya no les resultaba tan atractivo como al principio. Ademas ya comenzaba el otoño y los días no eran tan lindos. Preferían ir al Tigre, a Luján o a alguna de las tantas quintas que hay en las afueras de Buenos Aires.
También aprovechaban para visitar mas seguido a sus hijos. A Gastón, que alquilaba un departamento junto a dos amigos de la facultad, y a Micaela, que era contadora y vivía con su marido y su pequeña hijita. A quien casi siempre le compraban golosinas o muñecas para que juegue.
Un Sábado fueron de nuevo. Se la pasaron buena parte del día pintando, barriendo y sacando las hojas secas que cubrían la entrada. Como estaban cansados y ya se había hecho la tarde decidieron quedarse hasta el Domingo. No tuvieron ningún tipo de problema. Hecho que los animó un poco. Por lo que fueron varios fines de semana mas aunque no tan seguido como antes.
Hasta que otra noche volvió a parar esa camioneta. Su conductor se bajó. Solo que esta vez vestido de saco y corbata. Caminó hacia la casa y golpeó la puerta. Alberto y Silvia preguntaron que quería pero no contestaba. Solo se limitaba a pronunciar el nombre Rita. El cual primero lo decía en voz baja, pero a medida que pasaban los minutos lo hacía cada vez mas alto llegando a gritar. Luego empezó a tirar piedras contra el frente. Por lo que los dueños de esa casa decidieron llamar a la policía.
Al rato llegaron tres patrulleros con varios uniformados y familiares de ese hombre. Quienes explicaron que desde hace un tiempo y cada vez mas seguido por las noches sufre ataques de locura. Cree que su esposa, quien murió hace mas de quince años, aún sigue viva. Razón por la que a veces se pierde, desaparece por semanas enteras y viene aquí. A la casa donde ella vivía cuando estaban de novios. Antes de que se casaran y se mudaran a la ciudad de La Plata.

 
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